En la mayoría de los casos la gente no sabe responder a esta pregunta. Solemos confundir el estado puntual de nuestra piel con su tipología.
Es imprescindible saber el tipo de piel que tenemos para acertar con la elección de un tratamiento y conseguir los resultados esperados.
Pero ¿cómo reconozco mi tipo de piel?
- Por observación: el aspecto de nuestra piel puede darnos muchas pistas y es importante no pasarlas por alto. Tengo la piel mate? Tiene un tono grisáceo o rosa? La luminosidad y el color de nuestra piel pueden indicarnos la presencia de determinadas alteraciones dérmicas.
- Textura: Tenemos la piel rugosa? O por lo contrario está suave? Es grasa al tacto?
- Observación de los pliegues: Tenemos la piel fina?
- Estrías: Si hacemos el ejercicio de poner los músculos en tensión podemos observar si aparecen pequeñas líneas en las mejillas que desaparecen al relajar el músculo. Se trata de estrías provocadas por deshidratación.
- Reacción: conocer cómo reacciona nuestra piel ante determinados productos puede ayudarnos a determinar qué tipo de piel tenemos, al igual que conocer la reacción de nuestra piel ante agentes externos como el sol, el frío, el agua, etc.*
Podemos distinguir 3 tipos de piel diferentes: SECA, MIXTA o GRASA con sus variaciones (muy seca, grasa con acné).
En cuanto al estado de la piel diferenciamos entre piel DESHIDRATADA, REACTIVA, IRRITADA, con ROSÁCEA...
La piel seca se caracteriza por la falta de hidratación y poca producción de sebo. Suele presentar problemas como la descamación o la tirantez y se irrita con más facilidad. Es sensible a los cambios externos como la variación de la temperatura o la exposición al sol. La piel seca suele corresponderse con una piel más fina. Las arrugas y las líneas de expresión se marcan con más facilidad y pueden aparecer a una edad más temprana.
La piel mixta es aquella que se presenta más grasa en la zona T (frente, nariz y barbilla) y más seca en la zona de las mejillas. Es una piel flexible y elástica y no suele presentar muchos problemas visibles a primera vista.
La piel grasa suele tener una textura más oleosa al tacto. Presenta un exceso de brillos y normalmente los poros están más dilatados con lo que ello comporta (presencia de puntos negros, espinillas...). Puede tener una tendencia acneica y aparecen granitos con facilidad. Suele ser una piel sensible pero tiene una ventaja: las líneas de expresión y arrugas tardan más en aparecer.
¿Por qué es importante saber qué tipo de piel tenemos?
Por ejemplo, podemos encontrarnos ante el caso de una piel grasa pero deshidratada. La persona con este problema puede escoger erróneamente un tratamiento que no le aporte ningún beneficio. Puede confundir el estado puntual de deshidratación con el tener la piel seca y pedir un tratamiento para este tipo de piel. Los tratamientos para piel seca no tienen texturas tan acuosas y suelen contener ingredientes lipófilos que lo que harán será aportar todavía más grasa a la piel. Incluso puede provocar la aparición de algún granito sin el tratamiento contiene algún ingrediente oclusivo que actúe como barrera para no perder la humedad. Y lo que buscamos obviamente no es eso.
Un piel grasa puede estar deshidratada y lo que necesita es un tratamiento específico para ese problema que respete nuestra piel de base, los productos con texturas tipo gel serán los mejores.
Al igual que si utilizamos limpiadores faciales con PH que resequen mucho la piel en una piel ya de por sí seca. Si sabemos que nuestra piel tiende a la descamación debemos evitar limpiadores faciales que sean muy agresivos. En otra entrada hablaremos de los limpiadores y de su función.
Espero que os haya servido para saber qué tipo de piel tenéis y buscar los mejores cosméticos :)